Hay amores que tienen fecha de vencimiento y otros en cambio que parecen mejorar con los años o al menos son resistentes al tiempo. Hay personas que llegan a nuestra vida de forma accidental y se quedan a propósito o no, pero se quedan.
Hay amores que pasan, pero que aparecen una y otra vez, sin darnos cuenta se vuelven vitalicios y aunque habitan el pasado hacen parte de un presente continuo. Todos tenemos alguien que nos vuelve vulnerables, que nos enreda la vida, que nos hace pensar que tal vez la segunda, tercera, cuarta, quinta, infinita parte de una historia puede ser igual o mejor de buena.
Siempre hay alguien que logra intimidar a los nuevos amores y que aunque no nos vuelve a romper el corazón, puede ilusionarnos las veces que se le antoje, hacernos soñar y al tiempo aterrizarnos en una realidad de la que ya no hacen parte, de lo que ya no hacemos parte.
Todos tenemos un amor que nos jode la vida, que aunque a veces solo está por ahí habitando los recuerdos otras veces aparece para sacudir al corazón. Y no se confundan, porque no hablo de “cangrejiar” -entiéndase de tener repitis esporádicos con alguien- hablo de alguien que por alguna razón fue muy especial y permanece en el tiempo.
Algunos se vuelven tormentosos, otros hacen una mutación interesante de amorcito a amigo, otros solo se quedan en nuestro disco duro, el caso es que no podemos negar, que todos tenemos un amor que nos jode la vida.
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